2003-12-01.LA RAZON.ABERRACIÓN ANTICRISTIANA AGT

Publicado: 2003-12-01 · Medio: LA RAZON

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ABERRACIÓN ANTICRISTIANA 
LA RAZÓN. LUNES 1 DE DICIEMBRE DE 2003
ANTONIO GARCÍA TREVIJANO 
Dos temas centrarán el debate constituyente en el seno de la Unión Europea. La distribución del poder de los Estados, o los votos que han de corresponder a cada uno de ellos, será resuelta con el criterio de la proporcionalidad de la población. La inexplicada exclusión del cristianismo en el Preámbulo de la Constitución ocasionará una pedestre polémica carente de sentido político, pero no exenta de interés histórico y cultural. 
   Si se nombran los factores que han contribuido a la formación del espíritu europeo, a lo que la Constitución no está obligada, no se pueden silenciar la cristiandad, el ortodoxismo, el protestantismo y la catolicidad romana. Si se ponen en la cuneta de la historia, resultarían marginados el laicismo ilustrado y la gobernación eclesiástica; el ateísmo revolucionario y las restauraciones confesionales; el romanticismo idealista y el positivismo social; el mesianismo eslavo y el nihilismo moral. Todo se meció en la misma cuna clerical del cristianismo. 
   Si alguna vez existió pensamiento y conciencia de Europa fue en el XVIII (Paul Hazard). Lo reveló la expulsión de los jesuitas de Portugal, Francia, España e Italia, y su refugio en los Estados protestantes de Federico II. El hijo de María Teresa de Austria, José II, escribe a Choisel: «Conozco como nadie los esfuerzos de esas gentes para gobernar y perturbar Europa desde el cabo de Finisterre hasta el mar del Norte; en Alemania, son mandarines; en Francia, académicos; en España y Portugal, los grandes de la nación, y en el Paraguay, reyes». El jansenismo, los filósofos, las envidias de otras órdenes católicas y la intriga del Marqués de Pombal pusieron fin a la educación de la clase dominante europea en las letras clásicas. Y un enseñante escolapio pudo ser héroe de Polonia bajo Estanislao Augusto. 
   El mismo fraude de la ilustración afrancesada que ayer metió a los jesuitas (pedagogos de las cortes) en el atentado contra José I, Rey de Portugal (1758), y en el motín de Esquilache (1766), hoy saca subrepticiamente al cristianismo de la historia europea. El presidente de la Convención, Giscard d Estaing, travestido arlequín de Voltaire, reniega de su casuismo jesuítico («oui, mais»). Y los Gobiernos protagonistas de aquel expolio por razón de Estado, paralelo al de Felipe el Bello contra los Templarios (banqueros de las Cortes), son los que ahora unen la reclamación nominal del cristianismo a la de privilegios en el número de votos, para lograr minorías de bloqueo en la UE. ¿Coincidencia? 
   La catolicidad es una de las cuatro especies del cristianismo. En España, la Contrarreforma siguió luego un curso europeo con el padre Feijoo y otro antieuropeo con Donoso Cortés. El catolicismo español vivió a contrapelo del cristianismo, salvo en la brillante época donde los teólogos de Salamanca y Coimbra lo dictaban, hasta que las antorchas escolásticas del humanismo integral (Maritain) y del humanismo literario (Bernanos) penetraron en la última noche universitaria. Ahora, un gobernante católico emergido de aquella penumbra azulada pide la incorporación del cristianismo a los fundamentos históricos de Europa. 
   Como ateo no militante, me atengo a la verdad de los hechos. Ningún factor ha sido más determinante de la unidad del espíritu europeo que la doctrina y la creencia cristianas. Las guerras de religión se vivieron como guerras civiles. Como militante de la libertad política y la dignidad personal, sostengo que, salvo la práctica científica del nacionalismo, ninguna forma de poder estatal ha sido más adversa a la humanidad que la derivada de la confesionalidad del Estado (teocracia) o de la conjunción de los dos poderes (agustinismo). Teocracia de guerra santa o Providencia de guerra preventiva, Sr. Aznar, son una misma aberración anticristiana.