1978-01-25.REPORTER.36.EUROCOMUNISMOS Y HEGEMONÍA AMERICANA AGT
Publicado: 1978-01-25 · Medio: REPORTER
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EUROCOMUNISMOS Y HEGEMONÍA AMERICANA REPORTER 36. 25 ENERO 1978 ANTONIO GARCÍA-TREVIJANO A diferencia de lo que sucede en otros países europeos, especialmente en Italia y Francia, donde intelectuales y políticos se interrogan seriamente sobre el alcance práctico y la significación teórica de la evolución democrática de los partidos comunistas occidentales, la cuestión del eurocomunismo se presenta ante la opinión española como si fuera una simple táctica o habilidad personal del señor Carrillo. No es sólo la derecha la que centra el problema alrededor de la credibilidad del secretario general del PCE. También lo hace la izquierda. De este modo no es posible la apertura de un debate responsable que esclarezca ante la opinión las dimensiones objetivas de un fenómeno, como el de los eurocomunismos, que está llamado a ocupar, en los tiempos inmediatos, el centro de la escena política europea, aparte del interés ideológico de la izquierda. La mejor prueba de la superficialidad con la que se enjuician en España las actitudes políticas del PCE la proporciona el efecto demoledor que está produciendo, en la imagen democrática de este partido, la acusación de estalinismo que un novelista, supuestamente de izquierdas, formula contra Santiago Carrillo. España se sujeta cada vez más en sus determinaciones políticas a los condicionamientos que la «coexistencia política» de las dos grandes potencias imponen a Europa. El PCE, como d PSOE y la UCD, se mueven hoy mucho más por razones de la relación de hegemonía internacional en la península Ibérica, que por la relación de fuerza política interior. El golpe reaccionario de Chile y, más recientemente, la involución derechista del proceso político portugués, muestran los límites de autonomía política nacional que la potencia internacionalmente hegemónica está dispuesta a tolerar en las distintas zonas de su influencia. En cada zona un límite de autonomía diferente según el grado de intervención que pueda permitirse sin comprometer la política de coexistencia con la Unión Soviética. Y sin herir demasiado el cada vez más débil orgullo de sus aliados europeos. Bajo esta perspectiva d eurocomunismo del PCE aparece como lo que efectivamente es: la posición estratégica de los comunistas españoles ante la creciente hegemonía americana en España. La Unión Soviética puede «coexistir», pero el PCE tiene que «convivir» con esta hegemonía. La heterodoxia de este partido respecto al marxismo teórico y al socialismo práctico es una respuesta biológica, todavía no ideológica, a su necesidad de subsistencia. Para subsistir en un Estado conformado por la hegemonía americana tiene que renunciar a la acción especifica que determinó su originalidad como partido distinto de los que formaron la es II Internacional socialista. Pero la renuncia a la dictadura del proletariado implica necesariamente la renuncia a la finalidad última de dicha dictadura, es decir al perecimiento de la burguesía y, con ella, al perecimiento del Estado. Renuncia, pues, no sólo de la teoría marxista del Estado de transición (dictadura del proletariado), sino de la tesis anarquista de la desaparición del Estado y de la lucha de clases, que late en toda la obra política de Marx, y que es la única letanía del marxismo todavía recitada, no sabemos con qué fe, por los partidos socialistas de Occidente. Atribuir esta colosal transformación de los partidos comunistas a puras cuestiones tácticas de sus dirigentes supone desconocer la coherencia estratégica de la larga evolución que vienen experimentando desde que la Unión Soviética, a través de la disuasión nuclear, accedió a las responsabilidades de gran potencia mundial. Lo que los partidos comunistas no han perdido del leninismo es su hábito de pensar, en cada momento y en cada situación, en función de la relación de fuerza predominante. Se pueden equivocar, como cualquier otro partido, en la justa estimación de esta relación de poder. Pero, en este caso, no se equivocan. La Unión Soviética reconoce y respeta, por razones de seguridad mundial, la hegemonía norteamericana en Europa occidental A partir de esta constatación elemental la estrategia de los partidos eurocomunistas carece de misterio. La sinceridad de su vocación por la igualdad no tiene más campo de desarrollo que el ofrecido por el marco liberal de los Estados conformados por la hegemonía americana. Otra cuestión diferente es la de si este condicionamiento estratégico permite o no llegar por vía de la democracia representativa, al socialismo en la libertad. Ningún país lo ha conseguido hasta ahora. Y tampoco existe una elaboración distinta del reformismo que convirtió en socialdemócratas a los socialistas. Por ello el PCE se mueve dentro de una estrategia y fuera de una ideología. No se puede renunciar a la dictadura del proletariado y continuar pretendiendo una personalidad política diferenciada, sino se sustituye aquella teoría del Estado por otra que, siendo democrática, sea distinta y alternativa respecto a la idea del Estado liberal aceptada por los partidos socialistas. Mientras esta elaboración ideológica no sea formulada los partidos comunistas integrados en el sistema europeo de la hegemonía americana tendrán que soportar las críticas de oportunismo o de falta de credibilidad que se le dirigen desde la izquierda o desde la derecha. Pero, mientras tanto, el PCE no se equivoca en su apreciación de la relación de poder predominante en España. Nos movemos bajo la hegemonía económica y bajo la dominación política del capitalismo monopolista del Estado norteamericano. No es un simple hecho entre otros. Es el hecho determinante. Con independencia del aumento de intensidad de la influencia norteamericana en España a causa de la disminución de la resistencia nacionalista que el régimen franquista inicialmente le opuso, la hegemonía americana no cesa de crecer a partir del año 1973 por efecto de la crisis económica mundial. Esta hegemonía no se ejerce fundamentalmente por vía de bases o subordinaciones militares, sino a través del Fondo Monetario. Cada día aumenta un poco más nuestra dependencia de los Estados Unidos. A largo plazo está crisis económica, que convierte en banqueros del mundo a los institutos financieros del dólar, puede convertir a España, de hecho, en un nuevo Estado de la Unión. La guerra hispanoamericana de 1858 despertó en Paul Valéry la conciencia unitaria del moderno espíritu europeo. Ahora, en 1978 este mismo espíritu, interpretado por la socialdemocracia pone a España en los brazos de Estados Unidos.