1977-06-14.REPORTER.04.PESIMISMO DE LA INTELIGENCIA Y OPTIMISMO DE LA VOLUNTAD AGT
Publicado: 1977-06-14 · Medio: REPORTER
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PESIMISMO DE LA INTELIGENCIA Y OPTIMISMO DE LA VOLUNTAD REPORTER 4. 14 JUNIO 1977 ANTONIO GARCIA-TREVIJANO ¿Con qué fuerzas políticas se formará el nuevo Gobierno? ¿Cuál será su orientación política y económica? ¿Se ha resuelto con las elecciones la crisis política del Estado? ¿Cabe esperar de la nueva situación política que nos conduzca por vía pacífica, y sin ruptura, de la legalidad reformista a la democracia? ¿Qué tipo de Constitución saldrá de las Cortes elegidas? ¿Podrá superarse ahora la crisis económica? ¿Se unirá la izquierda en las próximas elecciones? En el espacio de esta página, que una revista insólita y esperanzadora ha tenido la osadía de ofrecerme, rompiendo el muro de silencio que la prensa reformista ha levantado, tras una ruidosa difamación, a mi acción y a mi voz, me propongo escribir una serie de análisis políticos semanales sobre los interrogantes que abre el porvenir y sobre cada una de las cuestiones que están inscritas en el orden del día de los que hoy combaten, y mañana deben combatir, por una democracia digna y consecuente. El título elegido para esta serie de artículos está tomado de una feliz expresión de ese gran y original dialéctico italiano que es Antonio Gramsci. Espero que las razones de esta elección sean obvias para quienes tienen por hábito, en su vida privada o en su proyección pública, la concordancia entre lo que dicen y lo que hacen, entre su conciencia y su conducta, entre la teoría y la práctica. Ellos saben muy bien que el optimismo de la inteligencia pretende huir del presente para no verlo tal como es, bien porque no se le quiera transformar o bien porque no se tenga la voluntad de continuar asumiendo los sacrificios que requiere su transformación. La situación política actual no puede ser satisfactoria para ningún demócrata consciente. Si se desea cambiarla lo primero que hay que cambiar es la trayectoria de la política de la oposición democrática que es la que la ha creado. No se podrá cambiar sin empezar a comprender el presente como fruto de los errores del pasado. Autocrítica sin acritud, recriminación, ni resentimiento. La causa de la oposición democrática, incluso en el error, es mi única causa política. En consecuencia y pese a la actual incomprensión de algunos partidos políticos, el móvil principal de mi pensamiento y de mi acción política sigue siendo la promoción de la unidad de las fuerzas políticas y sociales de la democracia. Porque sin esta unidad no será posible ni ahora ni nunca arrebatar la hegemonía política en el poder del Estado a la oligarquía financiera y monopolista, ni, por tanto, la transformación democrática del Estado mismo. La unidad de la oposición sólo puede nacer de la práctica unitaria de una verdadera política de oposición al poder establecido hoy en el Estado. De ahí que mientras dure el oportunismo en los principales partidos de izquierda no podrá haber política unitaria en la oposición. Hay que ayudar al oportunismo a que termine cuanto antes, para terminar con él, el recorrido natural de su camino, esto es: a que figure en el poder, aunque no lo tenga. Lo cual sólo puede suceder si los "socialistas sublimes" entran en el bloque del franquismo sociológico y político dominante. Por ahora, comencemos a comprender, sin concesiones ni evasivas futuristas, el momento actual. Cuando está muriendo lo viejo (el despotismo de la oligarquía) y lo nuevo (el poder político democrático) no lo pueden nacer, es natural que broten todas las formas de bastardía política. En la derecha y en la izquierda. El oportunismo de la derecha se expresa en el rápido cinismo con que la clase política dominante cambia de lenguaje, para justificar su permanencia en el Estado con una nueva retórica (Alianza Popular), o de aliados subalternos, para justificar la continuación de su hegemonía política con unos nuevos modales (Unión de Centro). El oportunismo de la izquierda se expresa a través de una doble hipocresía: actuar bajo una teoría (reformismo) que no se quiere confesar y defender una teoría (ruptura) que no se quiere practicar. Pero la hipocresía, a diferencia del cinismo, necesita invocar principios. Por ello ha sido el oportunismo de la izquierda quien ha creído, o fingido creer, en el principio táctico de la anti “desestabilización” como justificación teórica de su conducta estabilizadora del poder oligárquico en el Estado. Pero el paso de la ficción política a la política ficción es inexorable. Si el peligro de involución radicaba en la probabilidad de que Alianza Popular pudiese alzarse con la mayoría electoral, hay que ser muy ingenuos para pensar que el triunfo de la Unión de Centro Democrático ha sido debido a la inteligente táctica de la izquierda de recomendar a la derecha que vote a Suárez. Hoy se ve que este peligro nunca pasó de ser ficticio. Si el peligro consistía en la determinación del Ejército para pasar a la acción directa, dando un "pinochetazo" contra el Gobierno reformista en el caso de que traspasara ciertos límites en sus concesiones a la oposición, no vemos cómo este peligro habrá desaparecido si esos límites son traspasados en las nuevas Cortes. Si esta hipótesis fuese real, la oposición democrática estaría condenada a mantener permanentemente en el poder al capital financiero y a su representante político, el presidente Suárez. El peligro de un golpe de Estado militar ha sido la mayor y la más desvergonzada de las ficciones creadas por el reformismo. Aparte de las situaciones en que el poder del Estado lo ejerce de forma hegemónica la fuerza armada, donde siempre es posible un golpe pretoriano, y es evidente que no es esta la situación española, un golpe de Estado sólo puede producirse cuando el poder económico y el poder político no lo tiene una misma clase social. Lo que tampoco es el caso de España, dominada económica y políticamente, como se sabe, por el capital financiero. ¿Un golpe de la reacción militar contra el poder de la banca? Basar en estas elucubraciones la táctica electoral de la oposición ha sido una triste muestra de las aberraciones a donde puede conducir el oportunismo de partido. Muchos demócratas de buena fe y muchos militantes de los partidos de izquierda han aprobado, no obstante, el camino tomado por la oposición ante la maniobra electoral del Gobierno. Piensan que era inteligente aprovechar la oportunidad excepcional que la campaña electoral brindaba a los partidos democráticos para organizarse en todo el territorio, y para ganar a nuevas capas de la población, antes de dar la batalla frontal al reformismo. Lo importante no era ganar las primeras elecciones al franquismo, sino participar en el proceso de una reforma que permitía la organización de los partidos políticos. Nadie puede negar, sin caer en la estupidez, la utilidad organizativa y de crecimiento que a los partidos reportaba la participación en las elecciones. El error no ha consistido en concurrir a ellas unas vez convocadas, sino haber consentido, en una aparente negociación con el Gobierno, que se convocasen sin amnistía, sin legalización de todos los partidos, y sin un plazo de ejercicio previo de las libertades políticas. Una actitud de firmeza y de unidad por parte de las formaciones políticas democráticas hubiese obtenido esos tres objetivos. El convencimiento del Gobierno de que el PSOE y el Equipo de la Democracia Cristiana no participarían en las elecciones si no se daban esas premisas le hubiera llevado a la capitulación. No tenía otra salida Pero el Gobierno sabía muy bien que la conveniencia de las clases franquistas en celebrar unas elecciones sin libertades previas, para conservar la hegemonía en el poder, coincidía con la del PSOE, empeñado antes que nada en consagrar su hegemonía en la oposición de izquierdas. Los dirigentes de este partido prefirieron afirmar su prepotencia ante el Partido Comunista a facilitar el triunfo de la democracia unida contra el franquismo. Lo han conseguido. Pero el precio ha sido demasiado caro para el porvenir de la democracia en España. Buscar como objetivo único la hegemonía en el campo de la oposición era garantizar la continuidad de la única hegemonía que cuenta. La del bloque en el poder del Estado. La del capital financiero y la clase política del franquismo. Esta ha sido el precio de su oportunismo partidista, la razón de que haya sido imposible la unidad de la oposición en un solo frente electoral, el motivo por el que necesitaron difamarme, la explicación histórica del oportunismo “forzado" de los demás partidos que, aceptando de antemano las pretensiones hegemónicas del PSOE, no osaron enfrentarse, a su debido tiempo, con la falta de lealtad de sus dirigentes a los compromisos políticos contraídos públicamente en el seno de Coordinación Democrática. Se equivocan quienes piensan que tras las elecciones se volverá a la misión genuina de la oposición, que es la de oponerse al poder político establecido en el Estado para disputárselo. La acción política no puede ser reducida a este elemental voluntarismo: ahora apoyaré el reformismo y mañana lo combatiré. Lo que se hace hoy condiciona y limita la libertad de acción futura. Un pasado sin ventura consolida un presente sin porvenir. Para encontrar la nueva política que necesita la oposición democrática hay que reflexionar en la práctica su política pasada con una profunda y sincera reflexión teórica.